lunes, 14 de febrero de 2011

Lo que no nos hace Colombianos

Por Germán Barragán


Dos videos están circulando en la red hace varios días. Por su contenido han despertado toda clase de comentarios en facebook, twitter y los foros de los medios que los publicaron.


Las opiniones consignadas en los foros han sido especialmente emotivas para los dos videos y comparten la idea en común de que el video que cada uno comenta refleja mucho de lo que nos hace Colombianos. Sin embargo, la idea de lo que parece ser típicamente de nuestro país varía totalmente de un video a otro.


Los dos videos han trascendido y se han divulgado rápidamente, aun más allá de la red. El Tiempo publica en su edición dominical una entrevista a Kenji Orito, protagonista del primer video http://www.youtube.com/watch?v=EzHJ0QzRMvA. Ese mismo día la columna de Daniel Samper Ospina en la Revista Semana dedica su atención al segundo video, el de la tortura a la ya tristemente célebre perrita por parte de unos uniformados http://www.youtube.com/watch?v=u9gb29likA0. Los comentarios sobre lo orgullosos que se sienten unos o lo avergonzados que se sienten otros de ser Colombianos se repiten; Nada sabe igual si no es en Colombia, Colombia es un País de Salvajes.


Cuál es la versión real de los Colombianos, aquella de las personas generosas en abrazos y trabajo por los demás, o aquella de las personas despiadadas que se jactan del sufrimiento de otro mientras continúan entre risas torturándolo hasta la muerte. Como se pueden conciliar estas dos visiones de lo que es ser Colombiano. Cuál de las dos somos… las dos? Cuál de las dos más?


Creo que en Colombia hay de todo como en cualquier lado, y eso no es ninguna novedad aunque a algunos se les olvide. Siento que los colombianos sí somos especialmente afectivos y a pesar de lo que muestran casos como el del segundo video, me resisto a creer que seamos especialmente malos.


Kenji no es el primer extranjero (medio extranjero en su caso) que habla bien de los colombianos. Por alguna razón nos encuentran afectivos, el espíritu festivo los aleja de la monotonía de sus lugares de origen y se cautivan con la alegría del país con las personas más felices del mundo. La familiaridad con la que se sienten tratados desde el primer día los acerca afectivamente y el colorido paisaje se llena por completo con las caras de aquellos con los que tienen la oportunidad de compartir. Suena a sarcasmo pero parte de lo que escribo lo creo, porque lo he oído y porque lo he sentido… de una manera tan subjetiva a como he sentido, en opuesto, la especial atención de los franceses en Francia.


De alguna manera somos especialmente afectivos, en especial si nos vemos junto a un japonés. Pero no creo que sea cuestión de tener la fortuna de cruzarse con uno de los buenos, de los buenos colombianos ó de los tan de moda colombianos de bien, sino que la gente de aquí, a las buenas, es verdaderamente especial. El desparpajo con el que cruzamos el espacio personal de las personas para expresar físicamente el cariño, de seguro ayuda. Será un análisis demasiado optimista? es posible… será además simplista e iluso, a lo mejor no tanto.


Por supuesto que la gente por las buenas es buena, en todo lado, pero creo que la gente en Colombia es aun más buena. Cuando nos damos largas parecemos las personas más sinceras y accesibles del mundo, en especial con los extranjeros con los que pareciera que no hay nada que perder.


Pero también acepto que pasan cosas malas, de hecho muy malas. No en vano cada mañana se levantan junto a nosotros miles de connacionales que desde distintos bandos y por una u otra razón asumen la alternativa de llevar una vida armada, con la opción cotidiana, siempre presente, de quitarle la vida a otro ser humano.


Y creo que la maldad se entremezcla a veces con la crueldad como lo muestra el segundo video, como también en los numerosos casos de violencia doméstica, sexual, contra menores de edad; En los ejercicios sistemáticos, premeditados, como el secuestro o el asesinato por recompensa; En quien genera la angustia de una señora con un collar bomba aunque también en quien genera la angustia de otra señora mientras simula el secuestro de un familiar para hacer una broma desde una emisora de radio, una de un rencauchado candidato a la alcaldía de Bogotá.


Se necesita una mezcla de maldad y crueldad en quien jala la soga al cuello de un perro mientras lo ve, poco a poco, quedarse sin aire. También para revender la bienestarina de niños con los que se cruza todos los días en algún municipio del Chocó de donde es funcionario público, ó para feriar por unos pesos la ayuda destinada a damnificados por el invierno en el pueblo de donde es Alcalde.


Acepto que pasan cosas malas y que la maldad se mezcla con la crueldad en no pocos ejemplos, pero me acuerdo también de casos equivalentes en distintos lugares y momentos de la historia. El segundo video muestra un suceso desafortunado ocurrido en Colombia, pero decir que el video muestra lo que significa ser colombiano es tanto como decir que muestra lo que significa ser caucano, ser negro, ser policía, ser hombre ó ser latinoamericano.


El video muestra lo que podría ser una persona de cualquier condición en cualquier parte del mundo, en un acto de maldad y crueldad igual de censurable y triste pero también comparable con la matanza de delfines en Dinamarca, con el Austriaco que encerró a su hija en el sótano durante 24 años ó con el ejercicio sistemático de carnicería en los Balcanes o años antes con el holocausto Nazi.


No, no creo que a las malas los colombianos seamos especialmente malos. Ya los violentólogos en los noventa descartaron hipótesis de todo tipo que buscaron explicar nuestra supuesta maldad endémica, incluyendo hipótesis como la de la violencia generada por comer tanta papa o tomar tanto café.


En cambio si creo que a las buenas somos especialmente buenos, pero ese será el argumento de otro blog.

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