Por Natalia Perez
No quiero ser monotemática y soy consciente que Germán dedicó más 1600 palabras en el blog pasado a hablar de la ciudad pero, lo sabrán quienes como yo viven en Bogotá, no puedo hablar de otra cosa: esta sensación de pesimismo y de frustración frente a esto que hoy es Bogotá está en el aire. Es curioso como este tema ha invadido nuestras cortas conversaciones con compañeros de oficina, taxistas, vendedores en la calle y también nuestras conversaciones de verdad, con familia y amigos.
Recuerdo que hace más de 7 años, cuando trabajaba en la Secretaría de Hacienda bajo la segunda administración de Mockus, solía pensar que Bogotá estaba "del otro lado": los bogotanos tenían estándares más altos para sus dirigentes que el resto del país y, por lo tanto, no volverían a tolerar prácticas de corrupción rampante ni muestras de incompetencia de su parte. Obviamente me equivoqué.
Lo que me muestra la situación actual de Bogotá es algo que ya había aprendido con relación a mi propia vida: no existe una senda de mejoramiento continuo que uno pueda garantizar. Bien puede ser por descuido, por exceso de confianza o incluso (como diría Woody Allen) por suerte, pero siempre somos susceptibles de retroceder, de perder lo que sea que creamos que logramos construir.
Pues si, esta pobre ciudad, que aunque no es mía siento como propia y es la que siempre viaja conmigo en mis memorias, me esta doliendo. Y mucho. Y creo que no sólo a mi. Nos duele a muchos. La imagen desfavorable del alcalde Samuel Moreno del 85% (que no tiene precedente conocido en Colombia), así lo demuestra.
¿Qué hacer? Por ahora dejar esta pasividad que sólo nos permite quejarnos y buscar más y más señales de alarma y desesperanza: ay y si saben que ya están cerrando la séptima? Y los Nule nada que devuelven la plata! Y que tal el descaro del hermano del Alcalde? El colmo. Uy si, el colmo! Y de ahí no pasa.
Si esto hubiera ocurrido en Ecuador o en Bolivia hace rato habrían linchado (literalmente) al alcalde; y si hubiera pasado en Argentina, la ciudad ya habría colapsado porque las protestas habrían bloqueado las pocas vías por las que aún se podía transitar. Cito estos ejemplos simplemente para ilustrar cómo los colombianos somos más estoicos que nuestros compatriotas suramericanos y, aunque sin duda esta pueda ser considerada una gran virtud, quizás incluso la virtud que hace posible la existencia este país (¿de qué otra forma nos explicamos tantas décadas de conflictos y de tragedias cíclicas?), es también nuestro peor defecto, pues nos condena a aceptar lo inaceptable, mientras observamos cómo los logros alcanzados se desvanecen y no hacemos nada diferente de hablar o, en mi caso, escribir.
Pues bien, en medio de esto es siempre esperanzador ver que están surgiendo propuestas. Ni idea qué tipo de intereses las soportan, pero me gustaría creer que se trata de gente joven y anónima que, como nosotros, está movida por la frustración pero que quiere capitalizar sobre esto para generar un cambio. Por ejemplo, me encontré esta iniciativa llamada no más improvisación en Bogotá http://miblogota.wordpress.com/2011/03/05/%c2%a1no-mas-improvisacion-en-bogota/ que organizó una marcha el pasado 5 de marzo para protestar por las obras de la carrera séptima. Desafortunadamente no me enteré a tiempo. Sin embargo hay otra marcha en proceso convocada para el lunes 28 de marzo con el lema “No más Samuel”. Aunque no tengo ni idea quién está detrás de esto, igual prefiero obrar de buena fe e ir a la marcha.
Natalia la acción necesita una definición precisa del sujeto que actúa.
ResponderEliminar"Nuestro estoicismo" puede terminar revolviendo peras con manzanas...
Una sola persona con aliento suficiente podría dedicarse a reclamar la plata que se llevaron los moreno...
No se necesitan las masas... sino las masas criticas.. y esas siempre reflejan... la intensidad de onda de la primera partícula.
Tu estoicismo esta cambiando... por el momento vas a la marcha que otros convocan... ¿y tu a qué convocarías?